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SuperSonicGirl en Tenerife, día 1

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Queridos, hoy hace una semana estaba en Tenerife.

Fue todo un trauma volver. Estoy enamorada de las Islas Canarias. Adoro mi tierra, mi casa, mi Mallorca, pero de verdad: no puedo con eso de que tenga otoño e invierno. La perfección sería tener el tiempo canario. Es así.

En fin, que voy a ir por partes, porque creo que hacer un mega post podría ser demasiado... mega.

Para el poco tiempo que estuvimos, doña Caye y servidora, se puede decir que somos unas expertas del aprovechamiento del tiempo. También somos unas vagas de cuidado, pero es parte de nuestro encanto.

Bueno, todo comienza con nuestro encuentro a las seis de la mañana. Nuestro vuelo era el más primerísimo de la mañana hacia Barcelona.

La noche anterior yo había tenido que cerrar algunos asuntos de trabajo y, cómo no, hacer la maleta. Como siempre, me llevé más cosas de las que al final utilicé, pero más vale que sobre a que falte. Que eso también me ha pasado y me molesta muchísimo más.

Total, que allá que estábamos doña Caye y yo ya en el avión, echando un minisueño. Porque desde Palma a Barcelona, habrá como mucho unos 40 minutos.

Estaba cansada, claro, pero al mismo tiempo muy nerviosa. Como os conté, hasta que no solucionara el tema de mi transporte del sur al norte, estaba de lo más inquieta.

Pero mirad que me encontré con este mensaje tan chachi que tienen los de Vueling en sus bolsas para los que se marean.



Y me tranquilicé un poco. Lo suficiente para disfrutar de mi paseo por las nubes.



Llegamos a Barcelona y salimos para Tenerife.

Siestaca. Lectura. Aperitivos. Siestaca.

Tres horitas después, pisamos la tierra del Teide y a mí se me agolpaban las ganas de ir a ver todo lo que después coseguimos ver.

Y además, arreglamos lo del tema de mi transporte, después de flipar con una tronca que iba a un concurso de coctelería. Brutal. No quisiera imaginármela si fuera un congreso sobre fusión nuclear.

Miedito.

Pero bueno, el momentazo de mi transporte ya os lo contaré porque fue de traca, nenis.

Cogimos nuestro coche, al que bautizamos como el culocarpeta. Un Fiat Panda que aquello no tiraba ni p'atrás. Eso sí, correr, no corría nah, pero era de un sensible...

Llegamos a nuestro hotel y nos encontramos...


Eso de ahí arriba.

Un intento de cisne con una toalla.

O algo.

Fuimos derechitas a comer, porque teníamos un todo incluído y estaban a punto de cerrar el comedor.

Un camarero bastante gilipollas contestó con bastantes malas maneras a doña Caye y las dos nos quedamos un poco chof, porque hasta el momento, todos los que nos habían atendido habían sido muy amables.

En fin, muertas de hambre nos hallábamos. Imaginaos lo que es dejarnos sueltas por un buffet.

Una vez recargadas las pilas, hecho unas llamadas y gestiones para los siguientes días, cogimos a culocarpeta y decidimos hacer un paseíto para ir a ver el Drago Milenario. Yo estaba emperradísima en verlo. Me parece una joya de la naturaleza, eso no me lo podía perder.

Nos encomendamos a Google Maps y seguimos las indicaciones de la señora de Google fielmente mientras nos partíamos de la risa con sus pronunciaciones varias.

Nos paramos en Playa San Juan. A doña Caye, que es asturiana, le gusta el rollo océanos con sus olas y tal. No estaba muy convencida de bañarse aquí, porque es una playita tranquila y protegida. Una monada.



¡Que se me quería meter en el otro lado! Donde está prohibido bañarse por las corrientes. Ay madre, que no me lo quiero ni imaginar, que se me lleva una corriente a mi amiga a menos de 3 horas de haber pisado la isla.

Total, que dimos un paseíto por la playa, nos hicimos unas fotos, yo caminé descalza por la ardiente arena oscura, me vinieron tantos recuerdos nenis... Esa arena tan fina me quemaba los pies pero me aguanté porque la sensación de piel de gallina que me producía es uno de los primeros recuerdos que tengo de mi infancia.

Nos metimos en el agua y, a pesar de que a doña Caye al principio no le apetecía, luego quedó encantada. El agua limpia, transparente, más fría que la del Mediterráneo... obviamente... le gustó. Nos gustó.

Y para celebrar nuestro bautizo tinerfeño...



¡Un mojito al sol! ¡Así sí!

Por cierto, encontré está planta por allí cerca. Es raruna, ¿alguien sabe cómo se llama?.



Después volvimos a encomendarnos a la señora de Google y a la ausencia de potencia de culocarpeta para dirigirnos a Icod de los Vinos, donde está el Drago Milenario.

Nenis, fue una de las experiencias automovilístias más surrealistas de toda mi vida.

Vale que la carretera era de montaña, bien jodida, con sus curvas, que se nubló, que medio lloviznó... Pero cuando llegamos al momento nubes. Nubes bajas. Nubes MUY bajas. Era como atravesar un fantasma eteeeeeeerno.

Subiendo casi todo el rato en segunda (nota mental: preguntar por el motor del coche antes de alquilarlo, vale la pena pagar un poco más), doña Caye poniéndose nerviosa, íbamos cantando chorradas que encontrábamos en las emisoras (poca variedad, por cierto), la cobertura se iba a tomar por saco, por lo tanto las indicaciones llegaban tarde... Digamos que el tema cartelería y señalética: regulero... que si la señora de Google nos redirigía, las nubes ahí dando por saco y envolviéndonos...

¡EL FESTIVAL DE LA CONDUCCIÓN! 

Hubo un momento que recurrimos a preguntar. Y llegamos. Llegamos bien. Y aparcamos. En un parking. Dato importante, recordadlo.

Tras unas poquitas vueltas encontramos cómo llegar adonde estaba el Drago.

Y yo caí rendida a sus pies.

¡Es preciooooooooso!



Una maravilla. Ojalá hubiera podido tocarlo.

Dimos una vuelta por el jardín y nos encantaron los cactus. En mi caso, es la única planta que sé "cuidar".


De todas formas, para colección de cactus, los del jardín de Lanzarote. No digo nada más.

Otra plantita maja que no tengo ni idea de lo que es (como si yo supiera mucho de plantas).



Ver el Drago Milenario con mis ojitos: hecho.

Acabamos en un restaurante comiendo papas con mojo (por favor, está tan rrrrico que aún puedo saborearlo) y queso asado con miel y, adivinad: más mojo. Yeah.

Estábamos rendidas nenis. Llevábamos en pie desde las 5 de la mañana.

MENOS MAL que nos dio por no alargar la cena porque el parking cerraba a las nueve. Recogimos a culocarpeta a las nueve menos dos minutos.

No quiero ni pensarlo. No, no, no.

A la vuelta conduje yo. Las nubes más cabronas, que no se veía nada. Y cuando digo nada es que era nada. Hubo un momento que un caracol reumático nos habría adelantado. Ahora que caen cuatro gotas. Bueno, ahora un poco más. La señora de Google yendo y viniendo... Y de repente a doña Caye se le ocurre hablar de la muerta de la curva.

Tela.

Luego sonó Rick Astley, nos pusimos a berrear y se nos pasó toh.




Yo estoy totalmente convencida de que estamos preparadas para cualquier rally. Después de esa odisea, ser piloto de rallies está sobrevalorado. Chimpún.

Cerca de la medianoche, llegamos al hotel. Yo, voy a deciros la verdad, no tuve narices de pasar por la ducha. Me puse el pijama y jamás se supo de mí hasta el día siguiente.

Pero ese día ya os lo cuento en el siguiente post ;)

Como adelanto os diré que Anthony Kiedis tiene un primo muy, muy lejano, sobreviví a una excursión en bici y se gestó una gran idea que muy pronto veréis.

No os lo perdáis.




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