... te levantas y decides luchar por conseguir lo que estás buscando.
Y luchas mucho. Pero no te das cuenta, porque crees que es lo que ha de ser, que te tienes que esforzar aún más.
Y lo haces.
Pasa un tiempo y ves que vas consiguiendo pequeños triunfos. A los demás les parecen que no son tan pequeños, pero no importa porque como tampoco tienes con quien celebrarlos, qué más da la percepción de su tamaño. Te contentas con regalarte una siesta.
Y sigues dale que te pego.
Tienes algún momento de bajón pero llega un momento que el cuerpo te está pidiendo que sigas adelante, al más puro estilo Forrest Gump corriendo: "ya que he llegado hasta aquí, ¿por qué no...?".
Y sigues, sigues, sigues, sigues...
Y aparece algo bueno después de varias desilusiones.
Y te entusiasmas y te sientes súper agradecida y como que, ostras, por fin, por fin parece que mi esfuerzo se valora.
Pero no.
Llega un momento en el que te has equivocado desde el principio pensando una cosa que no era. Porque si creías que sería más participativo o tendrías algún tipo de "poder de decisión", olvídalo, no lo entendiste bien.
¿Qué hacer?
¿Quieres sentirte un miserable perdedor?. Hazlo, estás en tu derecho. Pero es de gilipollas regodearte en ello. Valora mucho más la parte positiva.
Y si un día esa parte no pesa lo suficiente, al menos no habrás perdido la práctica de esforzarte por conseguir algo que pese más.
Cuando crees que aún vale la pena algo, no hay que dejar de intentarlo.
Es una putada, esto nunca parece tener fin. Hay ciertas personas que parece que tengan que estar eternamente en fase de demostración para que las tomen en serio.
Tal vez nunca dejes intentarlo, porque te seguirá valiendo la pena. Somos muy capaces de encontrar hasta el más microscópico de los motivos para no dejar de seguir adelante.
Pero otras veces, encuentres o no esos motivos, puede llegar el cansancio, el aburrimiento e incluso el hastío.
Y puede que un día decida que estoy hasta mismísimo ombligo de tener que demostrar nada y ya veré qué pasará.
Hasta que eso llegue, echaré un vistazo de vez en cuando hacia atrás para hacer una valoración general. A veces es mejor desconectar y ver si lo que nos ahoga es un océano o simplemente un vaso de agua que tenemos estamos mirando desde demasiado cerca.
Y luchas mucho. Pero no te das cuenta, porque crees que es lo que ha de ser, que te tienes que esforzar aún más.
Y lo haces.
Pasa un tiempo y ves que vas consiguiendo pequeños triunfos. A los demás les parecen que no son tan pequeños, pero no importa porque como tampoco tienes con quien celebrarlos, qué más da la percepción de su tamaño. Te contentas con regalarte una siesta.
Y sigues dale que te pego.
Tienes algún momento de bajón pero llega un momento que el cuerpo te está pidiendo que sigas adelante, al más puro estilo Forrest Gump corriendo: "ya que he llegado hasta aquí, ¿por qué no...?".
Y sigues, sigues, sigues, sigues...
Y aparece algo bueno después de varias desilusiones.
Y te entusiasmas y te sientes súper agradecida y como que, ostras, por fin, por fin parece que mi esfuerzo se valora.
Pero no.
Llega un momento en el que te has equivocado desde el principio pensando una cosa que no era. Porque si creías que sería más participativo o tendrías algún tipo de "poder de decisión", olvídalo, no lo entendiste bien.
¿Qué hacer?
¿Quieres sentirte un miserable perdedor?. Hazlo, estás en tu derecho. Pero es de gilipollas regodearte en ello. Valora mucho más la parte positiva.
Y si un día esa parte no pesa lo suficiente, al menos no habrás perdido la práctica de esforzarte por conseguir algo que pese más.
Cuando crees que aún vale la pena algo, no hay que dejar de intentarlo.
Es una putada, esto nunca parece tener fin. Hay ciertas personas que parece que tengan que estar eternamente en fase de demostración para que las tomen en serio.
Tal vez nunca dejes intentarlo, porque te seguirá valiendo la pena. Somos muy capaces de encontrar hasta el más microscópico de los motivos para no dejar de seguir adelante.
Pero otras veces, encuentres o no esos motivos, puede llegar el cansancio, el aburrimiento e incluso el hastío.
Y puede que un día decida que estoy hasta mismísimo ombligo de tener que demostrar nada y ya veré qué pasará.
Hasta que eso llegue, echaré un vistazo de vez en cuando hacia atrás para hacer una valoración general. A veces es mejor desconectar y ver si lo que nos ahoga es un océano o simplemente un vaso de agua que tenemos estamos mirando desde demasiado cerca.